Oh Dios, ¡cuántos son nuestros adversarios! ¡No solo los que vemos o creemos que son, sino aquellos que los ojos naturales no pueden ver; y aquellos otros que salen de nuestro propio interior!
Y la conclusión última es que frente a enemigos de carne y hueso, frente a huestes de maldad en las regiones celestes; y sobre todo, frente a nuestras ingentes luchas internas, solo queda un refugio: Tú, el Señor, el Dios Todopoderoso, el Salvador del mundo!
Ciertamente vana es la ayuda del hombre. Si tú, Dios nuestro, no lo hace, nadie lo podrá hacer. Danos la victoria en ti aun cuando desfallezcamos, aun cuando no atinemos a ver la diferencia entre blanco, gris o negro; aun cuando todo se turbe alrededor nuestro, porque solo tú eres nuestra fuerza, la roca inconmovible de los siglos.
"Sé tú para nosotros la roca de refugio a donde recurramos continuamente" (Salmo 73:3).
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