lunes, 18 de abril de 2011

Del libro de 2 Crónicas: Cap. 12: 6-9

2 Crónicas 12: 6-9 – Y los príncipes de Israel y el rey se humillaron, y dijeron: Justo es Jehová. Y cuando Jehová vio que se habían humillado, vino palabra de Jehová a Semaías, diciendo: Se han humillado; no los destruiré; antes los salvaré en breve, y no se derramará mi ira contra Jerusalén por mano de Sisac. Pero serán sus siervos, para que sepan lo que es servirme a mí, y qué es servir a los reinos de las naciones. Subió, pues, Sisac rey de Egipto a Jerusalén, y tomó los tesoros de la casa de Jehová, y los tesoros de la casa del rey; todo lo llevó, y tomó los escudos de oro que Salomón había hecho.

A nuestras acciones de no tomar en cuenta a Dios le siguen consecuencias. Con Roboam la consecuencia fue ser rodeado por hordas enemigas. Tan seria fue la crisis que inmediatamente se volvió a Dios. El Señor en su misericordia lo protege, pero no lo deja ir sin disciplina. Y la medida tomada por Dios fue dejarlo como siervo de sus enemigos.

Este pasaje será difícil de asimilar para algunos, pero ocurre. El Señor utilizará aun el diablo para enseñarnos lecciones que no aprendimos por las buenas. “¡No quisiste servirme”, dice el Señor, “ahora servirás a lo que más aborreces!” Y si esto no fuera suficiente, ¡permitió que sus enemigos lo despojaran de lo precioso que había en el templo y en su propio palacio!

¿Qué aplicación ofrece esto para nosotros hoy? Cuando entramos en la disciplina de Dios por nuestra desobediencia y rebeldía, y el Señor nos pone por siervos de nuestros enemigos, lo que teníamos de precioso en Dios se va; lo precioso de Dios que adornaba nuestras vidas igualmente se pierde.

Dios nos llevará a lo registrado por el profeta Oseas: 2:7b – Entonces dirá: Iré y me volveré a mi primer marido; porque mejor me iba entonces que ahora. ¿Has llegado a este punto en tu relación con Dios? ¡Vuélvete a Él quien será amplio en perdonar y restaurarte, porque a un corazón contrito y humillado no lo desprecia el Señor! Y te dice tu Dios: "Venga a mí, y si tus pecados fueren como el carmesí, serán emblanquecidos como la nieve y vendrán a ser como blanca lana" (Isaías 1:18).

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