Jeremías 23: 9-14 – A causa de los profetas mi corazón está quebrantado dentro de mí, todos mis huesos tiemblan; estoy como un ebrio, y como hombre a quien dominó el vino, delante de Jehová, y delante de sus santas palabras. 10 Porque la tierra está llena de adúlteros; a causa de la maldición la tierra está desierta; los pastizales del desierto se secaron; la carrera de ellos fue mala, y su valentía no es recta. 11 Porque tanto el profeta como el sacerdote son impíos; aun en mi casa hallé su maldad, dice Jehová. 12 Por tanto, su camino será como resbaladeros en oscuridad; serán empujados, y caerán en él; porque yo traeré mal sobre ellos en el año de su castigo, dice Jehová. 13 En los profetas de Samaria he visto desatinos; profetizaban en nombre de Baal, e hicieron errar a mi pueblo de Israel. 14 Y en los profetas de Jerusalén he visto torpezas; cometían adulterios, y andaban en mentiras, y fortalecían las manos de los malos, para que ninguno se convirtiese de su maldad; me fueron todos ellos como Sodoma, y sus moradores como Gomorra.
Leemos estas palabras y pareciera que hubieran sido escritas hoy, 2010. Tiempos pasados la Iglesia (mayormente) señalaba los pecados del mundo; y hoy, triste verdad, el mundo señala lo pecados de la Iglesia.
¿No hemos sido destinados a ser “la luz del mundo” y “la sal de la tierra”? ¿Qué alumbramos? ¿O las tinieblas que hay en nosotros compiten con las mismas tinieblas (Mateo 6:23)? ¿En vez de preservar la tierra contribuimos a su más rápido deterioro y corrupción? ¿Qué salamos? ¿Qué preservamos? ¡En vez de llevar la iglesia al mundo estamos trayendo el mundo a la Iglesia!
¿Cuándo entenderemos que el Reino de Cristo no es de este mundo? ¿Cuándo entenderemos que hemos sido llamados a “poner la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra” (Colosenses 3:2? ¿Cuándo entenderemos que debemos sembrar para el espíritu y no para la carne (Gálatas 6:8)?
Despertemos y, humillados delante de Dios, pidamos perdón por nuestras vidas que reflejan más del mundo que la de Cristo. Nuestro Dios es un Dios de amor y de misericordia, pero también es Dios de juicios. “Y si el juicio comienza por la casa de Dios; y si primero comienza por nosotros, ¿cuál será el fin de aquellos que no obedecen al evangelio de Dios”? (1 Pedro 4:17)
Nos dice el Señor, nuestro Dios: “Vengan luego... y estemos a cuenta: si sus pecados fueren como la grana, como la nieve serán emblanquecidos; si fueren rojos como el carmesí, vendrán a ser como blanca lana. 19 Si quisieren y oyeren, comerán el bien de la tierra” (Isaías 1:18,19).
En el mercado de esclavos
Hace 10 años
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