2b Sé tú
mi roca fuerte, y fortaleza para salvarme. 15 En tu mano
están mis tiempos. 19 ¡Cuán grande es tu bondad, que has guardado
para los que te temen, que has mostrado a los que esperan en ti, delante de los
hijos de los hombres! 20 En lo secreto de tu presencia los
esconderás de la conspiración del hombre; los pondrás en un tabernáculo a
cubierto de contención de lenguas. 23 Amad
a Jehová, todos vosotros sus santos; a los fieles guarda Jehová, y paga
abundantemente al que procede con soberbia. 24 Esforzaos todos
vosotros los que esperáis en Jehová, y tome aliento vuestro corazón.
Oh Dios, cuan reales han
sido para mí estas palabras; han sido mi sostén y refugio por mucho tiempo.
Cuando el dolor me abrumaba,
cuando la desesperación quiso hacerme su presa, cuando nada ni nadie podía
traerme consuelo, allí estuviste tú.
Dios no existe, dicen
algunos; pobres infelices que no han conocido al gran Yo Soy, que no han
experimentado su fortaleza…
Pero a mí nadie me podrá
decir que tú no existes, mi Dios, eres fiel y misericordioso y has llenado mi
vida.
Te he conocido en mis
momentos oscuros, en mis momentos de angustia, en mis momentos de infinitas
lágrimas…
Te he conocido en los buenos
momentos; cuando el gozo y la alegría hacían explotar el corazón, cuando todo
era bonito, y allí estabas tú…
Te he conocido en la plena
utilización de mis fuerzas físicas, cuando iba y venía por las calles de la
ciudad, siempre tú y yo juntos…
Te he conocido cuando las
fuerzas físicas menguaron, cuando todo se hizo más difícil y complicado, no
obstante, allí estabas tú…
El mundo entero podrá
gritar “Dios no existe”, “Jesucristo fue un simple hombre”, pero yo sé, yo sé
que tú eres real y verdadero; yo sé que eres consolador y perdonador, yo sé que
eres refugio y fortaleza.
Y tal como el
Job de antaño puedo gritar a los cuatro vientos: “Yo sé que mi Redentor vive, y al fin se levantará sobre el polvo; y
después de deshecha esta mi piel, en mi carne he de ver a Dios; al cual veré
por mí mismo, y mis ojos lo verán, y no otro, aunque mi corazón desfallece
dentro de mí” (Job 19:25-27).
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