miércoles, 18 de julio de 2012

Del Evangelio según San Lucas: Cap. 17:1, 2


Lucas 17: 1, 2 – Dijo Jesús a sus discípulos: Imposible es que no vengan tropiezos; mas ¡ay de aquel por quien vienen! Mejor le fuera que se le atase al cuello una piedra de molino y se le arrojase al mar, que hacer tropezar a uno de estos pequeñitos.

       Muchas veces asumimos que como cristianos somos “dueños y señores” de nuestras vidas y desatendemos las palabras de aquel que dijo “El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán” (Mateo 24:35).
       Por esa razón debemos orar al Señor a fin de que no seamos tropiezo a nadie, que tal como dijo el apóstol Pablo “No seáis tropiezo ni a judíos, ni a gentiles, ni a la iglesia de Dios” (1 Corintios 10:32), lo podamos decir igualmente nosotros.
       No ser tropiezo a los religiosos, a los incrédulos, a la iglesia de Cristo. Este es un llamado más alto, no es válido decir “estos incrédulos, a mí qué me importa lo que piensan”. Definitivamente no es así, como cristianos genuinos (hay muchos que se autodenominan cristianos, pero en realidad no lo son) no podemos ni debemos ser tropiezo a nadie.
        Nuestra primera responsabilidad es con Cristo el Señor, a Él debemos obedecer y servir.
        Que las palabras de Jesús nos mantengan precavidos, que no caigamos en libertinaje tildándola de “libertad”.

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