Lucas 17: 1, 2 – Dijo Jesús a sus discípulos:
Imposible es que no vengan tropiezos; mas ¡ay de aquel por quien vienen! Mejor
le fuera que se le atase al cuello una piedra de molino y se le arrojase al
mar, que hacer tropezar a uno de estos pequeñitos.
▪ Muchas veces asumimos que como
cristianos somos “dueños y señores” de nuestras vidas y desatendemos las
palabras de aquel que dijo “El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no
pasarán” (Mateo 24:35).
▪ Por esa razón debemos orar al Señor a fin de que no seamos tropiezo a nadie, que tal como dijo el apóstol Pablo “No seáis tropiezo ni a
judíos, ni a gentiles, ni a la iglesia de Dios” (1 Corintios 10:32), lo podamos
decir igualmente nosotros.
▪ No ser tropiezo a los
religiosos, a los incrédulos, a la iglesia de Cristo. Este es un llamado más
alto, no es válido decir “estos incrédulos, a mí qué me importa lo que piensan”.
Definitivamente no es así, como cristianos genuinos (hay muchos que se autodenominan cristianos, pero en realidad no
lo son) no podemos ni debemos ser tropiezo a nadie.
▪
Nuestra primera responsabilidad
es con Cristo el Señor, a Él debemos obedecer y servir.
▪
Que las palabras de Jesús nos
mantengan precavidos, que no caigamos en libertinaje tildándola de “libertad”.
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