Ezequiel 35: 1-15 – Vino a mí palabra de Jehová, diciendo... He aquí yo estoy contra ti, oh monte de Seir, y extenderé mi mano contra ti, y te convertiré en desierto y en soledad. A tus ciudades asolaré, y tú serás asolado; y sabrás que yo soy Jehová. Por cuanto tuviste enemistad perpetua, y entregaste a los hijos de Israel al poder de la espada en el tiempo de su aflicción, en el tiempo extremadamente malo... Por cuanto dijiste: Las dos naciones y las dos tierras serán mías, y tomaré posesión de ellas; estando allí Jehová; por tanto, vivo yo, dice Jehová el Señor, yo haré conforme a tu ira, y conforme a tu celo con que procediste, a causa de tus enemistades con ellos; y seré conocido en ellos, cuando te juzgue. Y sabrás que yo Jehová he oído todas tus injurias que proferiste contra los montes de Israel, diciendo: Destruidos son, nos han sido dados para que los devoremos. Y os engrandecisteis contra mí con vuestra boca, y multiplicasteis contra mí vuestras palabras. Yo lo oí... Como te alegraste sobre la heredad de la casa de Israel, porque fue asolada, así te haré a ti; asolado será el monte de Seir, y todo Edom, todo él; y sabrán que yo soy Jehová.
Muchas fueron las naciones que se alegraron con la caída de Jerusalén. Y si bien la desgracia de Judá fue juicio enviado por Dios, al Señor lo le agradó la burla de las naciones contra los suyos. Por esta causa viene retribución a las naciones opresoras.
En conclusión, no hagamos lo mismo hacia los hijos de Dios que estén bajo “desgracia”. Si fue el Señor quien la propinó, no seamos hallados “alegrándonos” con las calamidades ajenas. Seamos como los profetas Jeremías y Ezequiel: antes del juicio sus palabras eran duras; palabras con un fuerte llamado al arrepentimiento y al volver a las sendas antiguas. Después del juicio, sus palabras se vuelven palabras de ánimo y restauración.
En el mercado de esclavos
Hace 10 años
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