“Quiero, pues, que los hombres oren en todo
lugar, levantando manos santas, sin ira ni contienda.” 1 Timoteo 2:8 RVR1960
En su epístola a los tesalonicenses el apóstol
Pablo escribe: Orad sin cesar (1 Tes.5:17); y a Timoteo incluye el "en
todo lugar" y le instruye en el cómo.
Levantando manos santas...
Levantar las manos me trae a la memoria las
viejas películas de vaqueros cuando el bandido al asaltar gritaba "manos
arriba". En esta acción, levantar las manos, estaba explícita una completa
rendición, el asaltado no oponía resistencia y se dejaba revisar y despojar de
sus bienes.
En las Escrituras se repiten expresiones
relacionadas al levantar las manos, en el sentido de adoración y rendición a
Dios.
El llamado del Espíritu Santo, por medio de
Pablo, si nos quedásemos solamente en esa parte de la frase "levantando
manos", implicaría vidas rendidas en obediencia y adoración a Dios. Pero
para que no quede ninguna duda, completa la frase "manos santas".
Al orar en todo lugar se añade el
"levantando manos santas", y como si eso pudiera prestarse a
equivocaciones, añade "sin ira ni contienda".
Sin ira ni contienda...
¿Las experimentamos, las vivimos? Ciertamente,
son obras de la carne (Gálatas 5:19-21) y los que las practican no heredarán el
reino de Dios.
El hijo de Dios debe tener muy en claro cuáles
son los recursos divinos puestos a su disposición para combatir las obras de la
carne.
Romanos 8:13 nos dice: Porque si vivís
conforme a la carne, moriréis; mas si por el Espíritu hacéis morir las obras de
la carne, viviréis.
El reconocer nuestra condición es el primer
paso camino a la victoria. Seguidamente, presentarnos ante Dios para permitirle
que trabaje en nuestro interior produciendo los cambios que solo Él puede
hacer.
Es necesario y deseable que oremos por personas, causas y razones, pero no podemos obviar la necesidad de un corazón limpio, en
paz con Dios y con los hombres.
Nuestras oraciones y nuestros corazones se
harán más cercanos a los parámetros divinos en la medida que nos rindamos a la
voluntad de nuestro Salvador y Señor Jesucristo.
Perseveremos en la oración, en la intercesión;
muy pronto veremos cambios en nuestro interior y una mayor manifestación del
fruto del Espíritu Santo.
“Fiel es el que os llama, el cual también lo
hará".
1 Tesalonicenses 5:24.
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