“Sirviendo al Señor con toda humildad, y con muchas lágrimas, y pruebas que me han venido por las asechanzas de los judíos;...
Salvo que el Espíritu Santo por todas las ciudades me da testimonio, diciendo que me esperan prisiones y tribulaciones. Pero de ninguna cosa hago caso, ni estimo preciosa mi vida para mí mismo, con tal que acabe mi carrera con gozo, y el ministerio que recibí del Señor Jesús, para dar testimonio del evangelio de la gracia de Dios.” Hechos 20:19, 23-24 RVR1960
En la tristeza el corazón se achica, los ojos se nublan, los sentimientos se desbocan...
En la tristeza la oscuridad nos envuelve, lo pequeño se agiganta, el corazón se asusta, no obstante...
En la tristeza la Palabra de nuestro Dios trae consuelo, trae dirección, trae provisión al hambriento, al sediento...
Hoy, un día triste, leía estos pasajes y no podía dejar de admirar la vida del apóstol Pablo. Solo Dios sabe y conoce por todo lo que pasó y sufrió este hombre; no obstante, sus palabras rebosan de vida, de anhelo por Su Señor, de deseos de cumplir con la asignación divina a él encargada.
Sirviendo al Señor con toda humildad...
Con muchas lágrimas y pruebas...
Las asechanzas de los judíos...
¿Qué pensaría Pablo? ¿Utilizaría cada situación angustiante y dolorosa para acercarse más a su Salvador y Señor? ¿Lloraría Pablo? Dios lo sabe.
Analizando su vida podemos emitir elucubraciones sobre sus sentimientos, sus dolores, sus soledades...
Sí, podemos elucubrar, pero no podemos pasar por alto lo que había en el corazón del apóstol: m
- De ninguna cosa hago caso... sabia que todo lo que le ocurría era permitido por Dios, tenía un propósito aunque no lo viera en su momento.
- Ni estimo preciosa mi vida para mí mismo... Pablo sabia, estaba absolutamente seguro, que su vida tenía valor en Cristo; que su vida tenía propósitos, que no luchaba contra molinos de viento; su vida era preciosa porque se volcaba a otros.
- Con tal que acabe mi carrera con gozo... ¡qué demostración increíble de su fe en Cristo, su Señor! Ante tantas pruebas, ataques, tribulaciones, desastres, cárceles, ¿habla en gozo? ¿De qué estaba hecho Pablo? De la fe en aquel que lo salvó, de aquel que abrió sus ojos, de aquel a quien pronto vería cara a cara.
- Que acabe mi carrera y el ministerio que recibí del Señor Jesus... Pablo sabía (y el que sabe, sabe), que no era su ministerio, sino el ministerio dado por Cristo para que lo cumpliera con gozo.
- Me esperan prisiones y tribulaciones... él sabía que no sería fácil lo que vendría, pero se mantuvo mirando al invisible, tal como se describe la actitud de Moisés en el pasado.
Las cosas que están escritas para nuestra enseñanza fueron registradas; las vidas de unos animan a la vida de otros.
Pablo, el gran perseguidor de la incipiente Iglesia de Cristo, transformado en el más grande teólogo de todos los tiempos, gracias a quien podemos tener a mano toda la doctrina cristiana, sabía en quién había creído; sabía para quién trabajaba; sabía a quién servía.
Y lo que me anima, lo que me estimula, lo que me alienta a seguir es que hoy tengo el mismo Señor que tenía Pablo...
Lo que me anima, me sostiene y me mueve a seguir adelante es que mi Dios no hace acepción de personas; si lo hizo con Pablo, lo puede hacer conmigo...
Así como Pablo vivió en carne propia que el gozo no depende de las circunstancias puesto que es parte del fruto del Espíritu Santo, nosotros podemos experimentar lo mismo: gozo en las pruebas, dificultades, menosprecios, desaires, incomprensión y todo lo malo, triste o difícil que nos ocurra.
Estamos en este vaso de carne, pero la historia aún no se acaba... viene el gran día, el día del encuentro con nuestro Salvador... y ya no habrá tristeza, ni dolor, ni lágrimas, solo ¡¡¡Cristo!!!
Anímate, levántate, fortalécete en Jesucristo; Él es tu faro en la oscuridad; Él es tu refugio en la tormenta; Él es tu gozo en la tribulación; Él es tu todo en tu vacío...
No estás solo, Él ha prometido estar contigo hasta el fin.
¡Cree solamente y verás la gloria de Dios!