jueves, 7 de junio de 2012


Salmo 73: ¿Por qué los que no tienen a Dios prosperan? 

     LA CONCLUSIÓN DEL CREYENTE: 25 – 28
El Señor nos quiere llevar a contestar tres preguntas, no en la teoría, sino en la práctica.

Primera pregunta:
A.     ¿A quién tengo yo en los cielos?
Salmos 73: 25a à ¿A quién tengo yo en los cielos sino a ti?
  • En los cielos no tenemos a cualquiera persona o a cualquiera cosa. En los cielos lo tenemos a Él, el único y soberano Señor; al todopoderosos y sabio Dios.
  • En medio a las pruebas, a las luchas, a los conflictos, Dios nos quiere enseñar que sólo a Él tenemos, todo lo demás es transitorio, y que ese conocimiento esté cimentado en lo más profundo e íntimo del corazón.

 Segunda pregunta:
B.     ¿Qué deseo en la tierra?
Salmos 73: 25b, 26 à Y fuera de ti nada deseo en la tierra. Mi carne y mi corazón desfallecen; mas la roca de mi corazón y mi porción es Dios para siempre.
  • ¿Qué quiero de la vida? ¿Qué espero del futuro?
  • ¿Hay lugar para Dios en nuestro futuro, o sólo pensamos en nuestro bienestar y logros?
  • Cuando aprendemos y sabemos que Él es lo único que tenemos en la tierra, paradoja de las paradojas, es cuando lo tendremos todo.
  • Dios nos está enseñando que no somos dueños, solamente somos mayordomos de sus bienes; nada es nuestro, todo es de Dios.
  • Y si nada es nuestro, ¿por qué actuamos como si todo fuera nuestro?
  • Nuestros problemas se agravan cuando creemos que lo que Dios ha puesto en nuestras manos nos pertenecen y comenzamos a defenderlo a capa y espada; a defenderlo con uñas y dientes.
  • Dios nos quiere enseñar a no desear nada en la tierra que no sea Él mismo, pues cuando eso es así, no importa lo que nos pida Dios de lo que nos había dado, lo podremos devolver sin molestarnos por ello, y no habrá amargura.
  • Cuando aprendemos a no desear nada en esta tierra, esto no significa que no tendré deseos o anhelos; claro que los tendré, pero estarán puestos en las manos del Señor, y si los recibo, gloria a Dios, y si no los recibo gloria a Dios.
  • Nada de lo que tenemos es nuestro. De todo lo que nos ha sido puesto en las manos tendremos un día que dar cuenta al Dios Todopoderoso.
  • Y si nada es nuestro, ¿cómo debemos tratar lo que Dios puso en nuestras manos? De la mejor manera posible, ya sean personas o cosas.

 Tercera Pregunta:
C.     ¿Dónde está mi esperanza?
Salmos 73: 27, 28 à Porque he aquí, los que se alejan de ti perecerán; Tú destruirás a todo aquel que de ti se aparta. Pero en cuanto a mí, el acercarme a Dios es el bien; he puesto en Jehová el Señor mi esperanza, para contar todas tus obras.
  • Dios nos está enseñando a no aferrarnos a nada ni a nadie, pues sólo Él es nuestra esperanza.
  • Cuando pensamos que todo lo hemos entregado a Él, y el Señor viene, nos quita algo y reaccionamos violentamente, nos está mostrando que esa cosa o esa persona no la habíamos entregado a Él.
  • En la medida que más cosas entreguemos a Dios, menos sufriremos, pues no estaremos aferrados a ellas.
  • Entregar una persona al Señor no significa olvidarnos de ella y nunca más tenerla en cuenta.
  • Por ejemplo: nuestros hijos los entregamos al Señor, y cuando ellos se salen del camino decimos: “Bueno, él es de Dios; no tengo porque preocuparme”. Es cierto que no debemos preocuparnos, pero si debemos hacer la batalla en oración por nuestros hijos.
  • Nuestros hijos, nuestros cónyuges no son nuestros, son de Dios. Y porque ellos son de Dios debemos cuidarlos en el plano natural y en el plano espiritual. Dios nos los puso bajo nuestro cuidado y un día nos pedirá cuenta.


     CONCLUSIÓN:
Usted está siendo preparado, yo estoy siendo preparada para que cada día podamos decir como el salmista: “¿A quién tengo yo en los cielos sino a ti? Y fuera de ti nada deseo en la tierra”. 
No permitamos que el enemigo gane ventajas en nuestros pensamientos; peleemos la buena batalla. Su Dios que lo llamó es poderoso para sacarle del conflicto; es poderoso para enseñarle las cosas grandes y ocultas que Él tiene para usted. Su Dios quiere ser el todo en su vida.
No permita que las metas de su vida sean tan irreales como un sueño y que despierte demasiado tarde ante el hecho de que perdió la realidad de la verdad de Dios. La felicidad y la esperanza pueden ser una realidad, pero sólo cuando se basan en Dios, no en las riquezas o logros personales. Por lo tanto, debemos acercarnos a Él tanto como podamos a fin de ser realistas en cuanto a la vida.
Nunca nos olvidemos que la riqueza del no creyente pierde de repente su poder en el momento de la muerte y que las recompensas del bueno, sin pensarlo, adquieren un valor eterno. Lo que parecía riqueza, ahora es desperdicio, y lo que parecía no valer la pena, ahora perdura para siempre.
No desee ocupar el lugar de los incrédulos para obtener su riqueza. Algún día ellos desearán tener lo suyo y poseer sus riquezas eternas.


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