miércoles, 29 de junio de 2011

Del Evangelio según San Mateo: Cap. 9: 17

Mateo 9: 17 –Ni echan vino nuevo en odres viejos; de otra manera los odres se rompen, y el vino se derrama, y los odres se pierden; pero echan el vino nuevo en odres nuevos, y lo uno y lo otro se conservan juntamente.

Odre nuevo para vino nuevo. Cuando venimos al Señor traemos nuestros viejos odres, muy bien cuidados por cierto, y no queremos que nadie los toque.

Viejos odres son nuestros razonamientos, costumbres, tradiciones, los “qué dirán”, nuestra reputación, y tantos más. Cargados con estos adefesios fosilizados, expectantes nos acercamos al Maestro creyendo –consciente o inconscientemente–, que el Señor nos irá felicitar por venir a Él, que elogiará nuestros viejos odres, y que en ellos depositará su vino. Y cuando nos encontramos con la realidad, “odres nuevos para vino nuevo”, la cosmovisión que sostuvimos durante muchos años es fuertemente estremecida. A partir de este momento se comienza a notar la diferencia entre los hijos de Dios.

Algunos, con mucha facilidad, tal vez por reconocer que algunos de sus odres viejos son basura, los sueltan y dan pasos agigantados para recibir los nuevos odres. Otros, argumentan y defienden sus viejos odres a capa y espada, para darse cuenta después de muchos años de ingentes luchas, que mientras no rompan sus viejos odres no podrán recibir los nuevos. También están aquellos que no podrán aceptar que sus viejos odres se consideren inadecuados para recibir el vino nuevo, y mucho menos accederán a romperlos, por lo que, frustrados se volverán atrás.

Y al final, la “verdad verdaderamente verdadera” es que solamente los que renuncian, sueltan y rompen sus viejos odres son los que recibirán los odres nuevos en los cuales, a diario, se les estará vertiendo el vino nuevo.

¿Cuáles son tus odres? ¿Todavía no los ha roto? ¿Qué esperas? Hay vino nuevo para ti, pero solo se te dará cuando tengas odres nuevos. 

sábado, 25 de junio de 2011

Del libro de Proverbios: Cap. 15: 33

Proverbios 15: 33  El temor de Jehová es enseñanza de sabiduría; y a la honra precede la humildad.

El ser humano en sus incansables búsquedas desea, anhela sabiduría: sabiduría para saber qué decir, qué hacer, dónde ir, cómo llegar, y otros interrogantes; de allí el suceso de los libros de autoayuda que nos “enseñan” cómo lograr el éxito en distintas áreas del diario vivir.  Leemos dichos libros, nos animamos y pareciera funcionar lo que nos dice; pasado un par de días todo vuelve a lo mismo y los únicos que lograron provecho fueron el autor del libro y la casa editora.

¡Tantas búsquedas infructuosas! ¿Y saben por qué? Por menoscabar el Libro de los Libros, donde sí encontramos la “receta” para lograr sabiduría.

Nuestro texto registra que “El temor a Jehová es igual a enseñanza de sabiduría”, lo que nos parece sumamente revelador. ¿A mayor temor de Dios más sabiduría? ¿A mayor temor de Dios somos enseñados para llegar a tener más sabiduría? Sí, pues otro texto registra: “El principio de la sabiduría es el temor de Jehová” (Prov. 1:7).

Queremos ser sabios y solo llegaremos a serlo cuando hayamos dado cabida en nuestras vidas a la única fuente inalterable de sabiduría, nuestro Dios y su Palabra escrita. Cuando la Biblia dice “El temor de Jehová es aborrecer el mal” (Prov. 8:13) y nosotros no solo no lo aborrecemos, sino que lo justificamos, ¿estamos procediendo sabiamente?

Y de acuerdo a nuestra cita inicial hay otra gran verdad relacionada al temor de Dios: solo el corazón que ha iniciado su transitar por el camino de la humildad podrá desarrollar el temor de Dios.  Dios honra a los que le honran (1 Samuel 2:30) y el texto utilizado hoy es claro al decir “a la honra precede la humildad”. Solo los humildes serán honrados por Dios. Y que conste que no estoy utilizando el vocablo “humilde” como sinónimo de “escaso en recursos económicos”, o “de clase social pobre”. Humilde es aquel que reconoce su necesidad de Dios; es el que reconoce que sin Dios él no podrá hacer nada que agrade a nuestro Señor Jesucristo.

Resumiendo podemos decir que:
  1.          Dios honra a los que le honran.
  2.          La honra estará precedida por la humildad.
  3.          La humildad nos lleva a desarrollar el temor de Dios.
  4.          El temor de Dios nos lleva a aborrecer el mal.
  5.          El temor de Dios nos lleva a crecer en sabiduría.

¿Cómo somos/estamos a los ojos de Dios? – ¿Sabios o necios? ¿Humildes o soberbios? ¿En honor o en deshonor?  Cada uno de nosotros debe contestar estas preguntas; tomar las decisiones pertinentes y no olvidarnos que siempre cosecharemos de lo que hayamos sembrado.