viernes, 20 de mayo de 2011

De la Epístola a los Filipenses: Cap. 4: 12

Filipenses 4:12 –“Sé vivir humildemente, y sé tener abundancia; en todo y por todo estoy enseñado, así para estar saciado como para tener hambre, así para tener abundancia como para padecer necesidad”.
Usualmente al leer este texto lo aplicamos al área del dinero, de las finanzas, a lo material. Yo misma, por mucho tiempo, solamente lo veía en el plano económico, pero ahora entiendo que podemos extrapolar este pensamiento y aplicarlo a toda la vida.
En el transcurso de nuestra existencia tendremos necesidad de muchas cosas, incluyendo las afectivas y emocionales, y hoy soy testigo de que aún en estas áreas, Jesucristo es suficiente para llenarnos de tal manera que estemos saciados y satisfechos.
¿Añoras tu pasado, cuando tus necesidades emocionales fueron suplidas por algunas personas que ya no están? ¿Lloras por lo que has perdido? ¿No será que ha llegado el tiempo para que aprendas y vivas dependiendo de Dios? ¿No será que tu Padre te quiere enseñar que con Él, ya sea que estés saciado en muchos aspectos, o que pases hambre en estos mismos aspectos, paradójicamente estés saciado en Cristo?
La Escuela del Maestro incluye la asignatura: “Cómo vivir en abundancia o en escasez”. ¿Ya pasaste por allí? ¿Estás cursándola ahora? Todos los verdaderos seguidores de Jesucristo recibiremos esta clase. ¡Que el Señor nos ayude a que la aprobemos con honores!

martes, 17 de mayo de 2011

De la Epístola a los Romanos: Cap. 1: 21-32

Romanos 1: 21-32 à Pues habiendo conocido a Dios, no le glorificaron como a Dios, ni le dieron gracias, sino que se envanecieron en sus razonamientos, y su necio corazón fue entenebrecido.  Profesando ser sabios, se hicieron necios, y cambiaron la gloria del Dios incorruptible… por lo cual también Dios los entregó a la inmundicia, en las concupiscencias de sus corazones, de modo que deshonraron entre sí sus propios cuerpos… Por esto Dios los entregó a pasiones vergonzosas; pues aun sus mujeres cambiaron el uso natural por el que es contra naturaleza, y de igual modo también los hombres, dejando el uso natural de la mujer, se encendieron en su lascivia unos con otros, cometiendo hechos vergonzosos hombres con hombres, y recibiendo en sí mismos la retribución debida a su extravío. Y como ellos no aprobaron tener en cuenta a Dios, Dios los entregó a una mente reprobada, para hacer cosas que no convienen… quienes habiendo entendido el juicio de Dios, que los que practican tales cosas son dignos de muerte, no sólo las hacen, sino que también se complacen con los que las practican.

Este texto bíblico es la trágica radiografía de una sociedad que decidió darle las espaldas a Dios y a sus mandatos. Es una muestra de la cada día más descendente degeneración de la vida de los hombres. Se comienza por detener la verdad divina, por menoscabar sus mandamientos, y cada vez que se hace algo que detenga dicha verdad (entiéndase, los principios divinos y todo lo que a Dios le agrada) nos exponemos a su ira y a las consecuencias propias de las conductas manifestadas.
De allí, ya abierta la puerta, el camino es hacia abajo, llegando el ser humano a tener una mente reprobada. Y si la mente es parte del alma, ¿cómo estará su voluntad y sus emociones? E igualmente, ¿cómo estará el cuerpo? La decadencia es galopante, haciéndose los hombres cada vez más necios, aceptando como verdades las cosas más absurdas y ridículas. Su existencia se resume en un continuo refocilar en los recovecos de las pasiones desordenadas, impartiendo muerte y destrucción a su propia vida y entorno.
Esa es la razón que explica el porqué de tanta perversión y libertinaje en el mundo del siglo XXI. Todo es consecuencia del no tener a Dios en cuenta, de vivir según sus propios parámetros hedonistas y nihilistas. Por otro lado, el peligro de pecar contra Dios, es que debido a esa práctica los hombres se complacen con los que hacen lo mismo que ellos, y fácilmente pasan a aborrecer los que no son como ellos, exigiendo de la sociedad respaldo y apoyo a sus disipadas formas de vida.


martes, 10 de mayo de 2011

Del libro Cantar de los Cantares: Cap. 1: 3

Cantares 1: 3 – A más del olor de tus suaves ungüentos, tu nombre (Señor Jesús) es como ungüento derramado; por eso las doncellas te aman.

Suaves ungüentos… el olor a Cristo, el olor de Cristo no es un olor asfixiante ni fastidioso. El olor del Señor es como ungüento; es más que un perfume. Significa que Él está impregnado de su propio olor y sólo aquellos que están cerca de Él podrán oler su perfume. Y más allá de sus olores, más allá de su presencia… en su solo nombre hay olor.  Eso significa que cada vez que hablamos del Señor Jesús estamos  esparciendo Su olor.

Las doncellas citadas en el pasaje, representan aquellas personas, aquellos creyentes que aun no han tenido intimidad con su Señor. Han oído de esa intimidad, pero la conocen de “oídas”, no la han experimentado. No obstante, aun estos creyentes cuando oyen hablar de Su Nombre sienten el olor del “ungüento derramado”. Las doncellas aman al Señor no por lo que han vivido, sino por lo que oyen y “huelen”. Y tan sólo con eso anhelan conocerle.

En la vida cristiana hay dos polos: o somos doncellas deseando sus besos y sus amores, o somos los que provocamos esos deseos en las doncellas y en los que nos rodean con el olor que se esparce de nuestras vidas.

Todo aquel que vive en intimidad con su Señor esparcirá su olor. ¿Y eso a que se debe? La proximidad, la cercanía con la fuente del ungüento hará que el olor del ungüento se le pegue, se adhiera al que le toca. Somos responsables de esparcir Su olor para que aquellos que aun no lo conozcan anhelen conocerle por lo que “huelan” en nosotros.

¿Cómo están tus olores? ¿Olor de vida para vida u olor de muerte para muerte? ¿Estamos oliendo a vida o estamos oliendo a muerte? ¿Qué experimentan las personas alrededor nuestro? Y lo más importante todavía, ¿qué quieres tú? ¿Realmente quieres dar olor a vida o estás cómodo, confortable con el olor a muerte que exhalas? O, peor aún, ¿ni siquiera te has dado cuenta que expeles olor a muerte?

viernes, 6 de mayo de 2011

Del Evangelio según San Mateo: Cap. 6: 9a, 12

Mateo 6: 9a, 12 – Vosotros, pues, oraréis así: Padre nuestro que estás en los cielos… perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores.

Cuando iniciamos nuestro caminar con Cristo, cuando Él viene a nuestras vidas, todos nuestros pecados son perdonados. A partir de este momento empezará a regir sobre nosotros las palabras de Jesús: “…perdónanos… como también nosotros perdonamos…"

Es fácil y usual pretender recibir el perdón de Dios, pero cuán difícil es para muchos, perdonar. Perdonado/perdonando, mancuerna inseparable que debe llegar a ser una constante en nuestras vidas. ¡No es opcional!

Si las Escrituras afirman
“Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad” (1 Juan 1:9)...
Igualmente registran
“… si traes tu ofrenda al altar, y allí te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti, deja allí tu ofrenda delante del altar, y anda, reconcíliate primero con tu hermano, y entonces ven y presenta tu ofrenda” (Mateo 5: 23, 24).

Podemos no estar de acuerdo, podemos racionalizar dichas palabras, podemos justificarnos y encontrar sinnúmero de razones para defender nuestros argumentos. Urge que dejemos de vivir bajo la “ley del Embudo” (el ancho para mí, el angosto para ti), y tengamos en cuenta las palabras del Salvador.

¿Quieres que Dios perdone tus pecados? ¡Perdone a los que pecaron contra ti!
Y esto es así porque, nada de lo que hagamos, experimentemos o sintamos cambiará el significado de las siempre vigentes y actuales palabras de Cristo:
“Perdónanos nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a nuestros ofensores”.

martes, 3 de mayo de 2011

Del libro 2 Crónicas: Cap. 29: 11

2 Crónicas 29: 11 – Hijos míos, no os engañéis ahora, porque Jehová os ha escogido a vosotros para que estéis delante de él y le sirváis, y seáis sus ministros, y le queméis incienso.

Estas fueron palabras del rey Ezequías cuando al suceder en el trono a su padre Acaz, ordena que al templo de Dios lo limpien y que sea santificado. Acaz fue un rey idólatra, que pecó gravemente contra Jehová; no así su hijo Ezequías, que fue un nombre temeroso de Dios.

Ezequías, aproximadamente en el año 700 a.C., ordena la limpieza del templo a los levitas, los encargados según la ley del Señor del cuidado y mantenimiento del Tabernáculo en el pasado y en el tiempo actual de Ezequías del templo.

Al leer dicho texto muchos lo verán solamente como un registro histórico, desconociendo lo dicho por el apóstol Pablo en el Nuevo Testamento: “Porque las cosas que se escribieron antes, para nuestra enseñanza se escribieron, a fin de que por la paciencia y la consolación de las Escrituras, tengamos esperanza” (Romanos 15: 4).

Además, está vigente lo registrado por los apóstoles Pedro y Juan:
1 Pedro 2: 9 – Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable.
Apocalipsis 1: 6 – Y nos hizo reyes y sacerdotes para Dios, su Padre; a él sea gloria e imperio por los siglos de los siglos. Amén.


Si en aquel entonces el mandato era para los levitas, quienes por fuerza de ley eran los encargados del servicio en el templo de Dios, hoy el mandato es para todo aquel que sea parte de la familia de Dios –los nacidos del Espíritu, los que recibieron y dieron lugar a Jesucristo en sus vidas.

“No os engañéis…” Utilizando estas palabras, hago aquí un paréntesis y agrego: No utilicemos subterfugios mentales o lingüísticos para desestimar los mandatos divinos trazados desde Génesis hasta Apocalipsis. Los eventos, incidentes, registros ligados a la cultura, al entorno, eran solo eso. No obstante, los principios bíblicos, sin consideraciones de entorno o circunstancia, siguen siendo hoy tan válidos como lo fueron en su momento histórico. No juguemos a malabarismos bíblicos para sortear lo que nos desagrada o lo que no queremos aceptar para nuestras vidas.

“Dios os ha escogido a vosotros para que estéis delante de Él…”
Este es tu lugar y el mío; es vivir de acuerdo al “slogan” de Elías: “Vive Jehová en cuya presencia estoy”. Elías, quien vivió en el período de la ley, mostró un entendimiento sorprendente de lo que es vivir en la presencia de Dios, hecho éste desconocido por incontables creyentes que viven en el período de la gracia.

“… le sirváis… seáis sus ministros… le queméis incienso…”
Servir a Dios en todo lo que hagamos y dondequiera estemos.
Sus ministros... dar a los demás de lo que Él nos ha dado en todo tiempo y lugar.
Quemar incienso… una vida de oración, clamor e intercesión, aunados a la adoración.
Este es nuestro llamado más alto como hijos de Dios que somos gracias a la salvación en y por Cristo Jesús.

¿Cómo estás tú? ¿Le sirves?
¿Eres su ministro? ¿Le quemas incienso?

domingo, 1 de mayo de 2011

Del Libro de Proverbios: Cap. 28: 23

Proverbios 28:23 – El que reprende al hombre, hallará después mayor gracia que el que lisonjea con la lengua.

El entorno en el cual vivimos es el de un mundo permisivo, hedonista y libertino al extremo. Todo el que ose y se atreva a denunciar lo malo es tildado de intolerante, intransigente, radical o fanático.

La filosofía del mundo ya no es el "vive y deja vivir", sino que ha cambiado al "vive y obliga a todos a que vivan como tú", y agregando “no permitas que nadie te diga como debes vivir; si te es placentero, hazlo; no aceptes nada que ponga freno a tus inusuales pretensiones".

La tan cacareada "libertad de expresión" se ha vuelto mordaza en las bocas de los que pregonan moralidad, rectitud y vida en Cristo Jesús.

Ante tales extremos al creyente se le ofrece la única salida grata a los ojos de Padre celestial: reprender lo que debe ser reprendido en la seguridad que ante Dios hallará mayor gracia.